UNICAMENTE SOBRE PEDIDO, EXCEPTO LOS DE DE LA MARCA MELISSA AND DOUG.
POR QUE PONERLE UN DISFRAZ AL NIÑO
Ponerse ropa de mayor, maquillarse, ser otro. Disfrazarse es una manera más de jugar, de divertirse y sobre todo, de aprender.
Jugar a disfrazarse es algo muy necesario en la vida del pequeño, ya que contribuye a su desarrollo. Cuando el niño se viste de un personaje y se imagina una historia con ese disfraz, está dando rienda suelta a su fantasía, a su espontaneidad y a su creatividad. En esta etapa, hasta los seis años, en el mundo del niño reina la imaginación: se inventa compañeros de juego invisibles y disfruta creando personajes y situaciones.
Se trata de una edad mágica, en la que el mundo real y el mundo imaginario todavía no están claramente diferenciados. La fantasía es natural y saludable para el equilibrio emocional del pequeño.
Además de divertido, disfrazarse es un método estupendo para que los niños expresen sus sentimientos. Por eso es uno de los recursos que más utilizan los terapeutas infantiles para ayudar a los pequeños a vencer los problemas de relación (como la timidez) y los miedos (a los perros, a los fantasmas…).
También es la manera más fácil de enseñar a los niños a ponerse en el lugar de los demás, lo que les ayuda a tener más empatía y a integrarse mucho mejor en el mundo que les rodea.
Y hay algo más, muy interesante: el disfraz puede ayudarnos a descubrir cómo percibe el niño a los adultos que conviven con él. Observa a tu pequeño cuando se disfrace de papá o de mamá y actúe como tal. Probablemente te sorprenda la imagen que tiene de ti y te lleve a reflexionar sobre si la relación que mantienes con él es buena o hay algunas cosas que deben cambiar.
¿Y SI NO LE ATRAE DISFRAZARSE?
A casi todos los niños les gusta disfrazarse, pero también es cierto que algunos disfraces pueden asustarles, como los de monstruos y fantasmas y los que les tapan la cara. De hecho, a esta edad la mayoría aún prefieren los que llevan la cara al descubierto. “Así, además de sentirse más cómodos, tienen una señal permanente que les aferra a la realidad y sienten menos miedo”, apunta la especialista.
Si al niño le da miedo un disfraz, no hay que obligarlo, porque su fantasía puede intensificar sus temores y hacer que tarde más en superarlos. Y, del mismo modo, si lo rechaza porque “le queda ridículo”, también hay que respetarlo. Lo mejor es que él elija el traje que más le guste. Así disfrutará al máximo de la interesante y divertida experiencia de ir vestido de otro.